martes, 6 de marzo de 2007

La historia de Casilda

Ahhhhhhh Cielo me convenció una vez más!!!

Esta vez quiere hagamos un diario donde contemos las cosas, a veces muy raras, otras divertidas, que nos ocurren diariamente en la sala de belleza donde trabajamos. Historias que le suceden a personas normales como tú, como yo, como las que protagonizaron los hechos a narrar. Por cierto, yo soy Mar, a veces profundo, otras no tanto, pero siempre yo.

Pues para empezar querido diario, les contaré la historia de Casilda, una sra. joven aún, con dos hijos pequeños, no es muy alta, pero si hermosa, con un pelo maravilloso, y como no sería de esa forma si nosotras la atendemos todos los meses y le aplicamos tratamientos y se lo alaciamos; bueno, ella estaba felizmente casada con un tipo guapísimo, Marcos, lo he visto algunas veces cuando venía por ella. Él fue su primer novio, ella su primera novia, estuvieron juntos desde la adolescencia y llevan ya 12 años matrimoniados. Creo que eso marco la diferencia.

Pues sucede que Marcos estaba de viaje cuando ella se vio comprometida a asistir a una conferencia por su trabajo. No bien había llegado su mirada se cruzo con la de un hombre, dice ella que lo más hermoso nunca visto, desde ese mismo instante se puso inquieta, nerviosa, deseando desaparecer y al mismo tiempo quedarse tan solo por mirarlo a hurtadillas.

Terminada la cena que se sirvió después del evento. sale a la terraza del hotel a tranquilizar sus pensamientos; cuanto tiempo paso allí, ella misma lo ignora, porque de repente escucho una grave y varonil voz que le dijo – ¿nos vamos ya? - al tiempo que la rodea por la cintura y la atrae hacia él buscando sensualmente su boca. No opuso resistencia, subyugada se dejo llevar por el beso del deseo que la abrazaba. No fueron muy lejos, se dirigieron a la recepción del mismo hotel a solicitar una habitación.

Séptimo piso, elevador, besos, manos que exploran, ansias desbordadas, consciencias adormecidas. ¡¡¡Tinnnnn!!! -a la derecha- -no, a la izquierda- habitación 711.

Adán y Eva en el paraíso perdido; manzanas que se derriten en las bocas, deseos incontrolables al roce de dedos sobre morenos pezones, cómplices botones de una camisa que cae al suelo acompañando a otras ropas; gemidos, gritos, violencia y ternura a un mismo tiempo; masculinidad a toda asta deseando detener el tiempo; cumbre alcanzada multitud de veces ; el cielo, la vida misma en un momento sublime de entrega y pasión nunca antes sentida por ella;

Después la paz ¡ En silencio se visten y salen de la habitación y del hotel, la acompaña a su auto y con un dulce beso dice adios.

¿Su nombre? Nunca supo su nombre, nunca lo volvio a encontrar en su camino, pero el recuerdo de esa noche se grabó de manera imborrable en su vida.